Son pequeñas, finas, la tristeza del cielo se desploma sobre mi. Quiero formar parte, con los ojos cerrados y las comisuras curvadas. Frías las gotas en mis párpados fríos.
Seguro que a mi alrededor hay miradas curiosas, otras que no serían capaces de captar lo que yo aún sin ver; no me importa, no lo pienso siquiera, estoy casi sola.
-Me desquito. Avísame cuando lo hagas tú.
y me recuerda a los viajes mudos en coche, sus diálogos internos y la conexión que posiblemente ya había entre sus inocentes miradas. "Un beso. Si me escuchas, manda otro". Y su padre, en Otto, la besa y ella lo ve desde el cristal.
-Ya toca.
De nuevo parece que estoy en un sueño muy mío, esos en los que triunfan los intercambios de palabras y donde se cumple hasta la idea más remota de mi subconsciente. Por primera vez en bastante tiempo ya no me acuerdo de la lluvia, se desvía mi mirada hacia tus pestañeos y lamento, quizás, saber que por la mañana sólo yo trataré de revivir este momento intenso. Y aunque camines pausada y ya en otro lugar, y te acerques con cada paso si yo parezco alejarme, en el fondo todo son discretos susurros de tu alma que permites que se lleve la brisa de la noche.
(La tengo guardada para el próximo viaje)
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